Saturday, March 29, 2014

Conspiro-paranoia – Parte II

La conspiro-paranoia referida (ver Conspiro-paranoia) es aquella afirmación que acepta como causa raíz de un caso la velada voluntad de un tercero en contra de uno. Por ejemplo, una conspiro-paranoia popular es aquella que afirma que el poder financiero hace planes en contra del pueblo en general; otra es aquella que afirma que el poder político o el poder religioso maniobra explícitamente con el objetivo de engañar a las masas y mantenerlas sometidas, pasivas, dóciles, obedientes, resignadas y sumisas.

Esas teorías conllevan conspiro-paranoia pues afirman una intención detrás de los efectos observables, pero tales efectos bien pueden ser incluso mejor explicados por otras teorías sin necesidad de conspiro-paranoia ni egolatría o narcisismo (esas teorías asumen que el tercero está pensando dañar a uno, que uno está en la mente del tercero y uno ocupa los pensamientos de ese tercero). En otras palabras, acusar a un tercero por sus malas intenciones es una puerta falsa que no explica nada. Muchas otras teorías, como las derivadas del pensamiento sistémico, pueden ofrecer explicaciones más sólidas. La frase aforística: “no hay porqué atribuir a la malicia lo que puede ser perfectamente atribuible al analfabetismo y a la imbecilidad.” podría esclarecer un poco lo que intento decir.

Pero, reitero lo aludido en la nota publicada, la conspiro-paranoia está no sólo en las teorías popularizadas en los medios de distracción masiva, sino también en las falsas dicotomías que pretenden afirmar muros infranqueables entre “ellos” y “nosotros”. No hay tal muro sino que es el mismo humano distraído por ilusiones mentales pues en ambos lados del supuesto muro puede aplicarse el principio de Hanlon.

Por ejemplo, al ser la conspiro-paranoia una salida fácil, que afirma la indefensión de uno, que dice nada haber en las manos de uno ante la inevitable sujeción por parte del tercero, entonces la conspiro-paranoia misma se hace el obstáculo principal que impide posibles salidas de una situación dada. La conspiro-paranoia puede frenar a uno ante la idea de mejor ponerse a estudiar, a investigar, a cuestionar las teorías populares, a indagar cómo se somete a examen crítico una teoría y cómo se justifica una opinión (no sólo imitarla y repetirla). A diferencia de la conspiro-paranoia, estudiar, indagar y cuestionar es trabajo muy duro, y eso es poco popular.

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