Sunday, January 18, 2015

El poder y su doble moral

Dura cosa es intentar juicios balanceados e imparciales. No sólo por el esfuerzo que implican sino, además, porque conllevan reconocer la parte de razón que no tenemos. Quizá eso explica por qué no hay muchas marchas en repudio a la doble moral, y por qué perdemos de vista, convenientemente, el doble estándar de aquellos en el poder. ¿Es acaso que dadas las mismas condiciones de poder nuestro comportamiento sería exactamente el mismo?

Si hay indignación por el ataque a un medio de comunicación, que usa el poder de las ideas, de las imágenes y de la propaganda, por parte de quien usa el poder de las armas, entonces tal indignación deberá ser en contra de la falta de límites en el uso del poder –cualquier poder– y no por el ataque al poder que justifica la secta sociopolítica de mi preferencia. Es decir, por ejemplo, si ocurrió indignación por el horror de los recientes ataques en Francia, entonces la misma indignación también debió ocurrir por el ataque con misiles a la televisión estatal serbia en abril de 1999 por parte de las fuerzas armadas de la OTAN.

El poder –cualquier poder– suele creer que posee la justificación para sus atropellos, pero lo reprobable es su doble estándar moral por el cual juzga, simultáneamente, como “terrorismo” a todo ataque a su idiosincrasia y como “justicia” a todo ataque en favor de sus intereses.

Otra cosa distinta es el prurito malsano de muchos así llamados “líderes” por exhibir pomposamente su indignación, ya sea ésta auténtica o hipócritamente simulada, y marchar ante el mundo en protesta por la gran ofensa que representa para ellos que otros intenten abusar del poder, mientras que eso lo consideran su exclusivo monopolio.

Sunday, January 11, 2015

¿Truco de cámara?

¿Truco de cámara? ¿Magia inexplicable?

Me repito que no puede ser cierto lo que mis propios ojos parecen asegurar con tanta certeza. Me repito que debe ser un truco, pero ¿dónde está?

Lo tomo como un juego, una especie de adivinanza. Por momentos se asoma la inseguridad de confirmar la sospecha: soy mucho más desacertado de lo que ya antes he comprobado sobre mí mismo.

Luego recuerdo mis escuetas lecturas sobre racionalismo y empirismo y sé que hay un supuesto que no veo y que, por tanto, no puedo cuestionar —de ahí que no logro explicar el caso, ¡no me cuadran las cuentas!

Sé que sale sobrando la pedante postura de que se requieren dotes especiales para resolver truquillos como este. Por el contrario, asumo que cualquiera, incluso un inadvertido como yo, puede encontrar la lógica detrás del caso.

Repaso poco a poco mis pasos mentales sobre el caso, uno por uno, y en cada paso considero lo opuesto o su negación. Empieza a esclarecerse algo: no hay truco; es decir, lo mostrado es cierto, hay una cantidad de chocolate equivalente a un cuadrito que puede ser retirado y al mismo tiempo se mantiene la cantidad de 24 (seis filas por cuatro columnas) cuadritos de la figura original.

Por fin llego al paso mental que requería ser puesto en duda, entonces finalmente todo cobra sentido y compruebo que esto podría servir para demostrar lo que sucede cuando uno piensa con demasiada prisa, saltando de manera precipitada a conclusiones. Resultó otro caso donde el “truco” está en la capacidad de frenar nuestro propio patrón mental de dar por sentado premisas sin cuestionarlas. Un caso más donde mi tropiezo lo causa mi propia zancadilla mental. Un amaño aplicado por mí mismo, por mi biología, sobre mi propio estado consciente. Una muestra más de la relevancia de conocerse a uno mismo.

Saturday, January 3, 2015

¿De dónde venimos?

Recién leí este artículo:

Politicam excrementum por Alma Delia Murillo

¿Cómo explicar esa realidad? ¿De dónde proviene y cómo llegó esto a ser de esta manera? ¿Podría ser diferente o lo rige algún tipo de ley sociológica inevitable? No lo sé. Si la cultura funciona como una granja, entonces los especímenes aludidos en ese artículo tan sólo son resultado de algún tipo de crianza. En un sentido, así los hemos formado a través de nuestra propia cultura pues no aparecieron de repente desde otra dimensión ni de otro universo, sino de nuestros hogares, de nuestras escuelas y de nuestros barrios e instituciones.

Por ejemplo, a la ciencia y al arte de cultivar flores se le dice floricultura, si uno busca la flor mejor cultivada, entonces pregunto a los floricultores. Si buscara al cerdo con los mejores atributos, me acerco a los porcicultores. ¿Con quiénes me acerco si busco al humano mejor desarrollado —si acaso eso existe—? ¿Cómo se le dice a la ciencia y al arte de cultivar humanos? Hasta donde alcanzo a ver, no hay una respuesta única, simple o “práctica" sino un complejo conglomerado del que soy una pequeña parte; sin embargo, quizá un rasgo para encontrar a ese cultor está en el hábito de reexaminar el origen de mis propias ideas y opiniones, pues yo mismo soy un resultado de la granja de la cultura humana y mis cultivadores han hecho lo que han podido y quizá con buenas intenciones, pero no ha sido suficiente. Ese buscado cultor es quien decide emprender su propio cultivo al retornar de continuo a los básicos de la historia, del arte, de la ciencia y de la filosofía más elemental: reconocer y luego cuestionar mis supuestos. ¿Tiene sentido?